Marcelo Pagliaccio, de 32 años, se desempeñaba como periodista deportivo en el diario Olé. Hasta ayer estaba de vacaciones en Brasil, donde había viajado como parte de un tour. Según trascendió, había ido a una fiesta con sus amigos y estaba por regresar a la posada donde se alojaba en Florianópolis. Sin embargo, el grupo de jóvenes decidió meterse en el mar al amanecer. Al parecer, en ese momento Marcelo se habría desvanecido, cerca de la orilla, en una zona que prácticamente carecía de profundidad.

Al advertir lo que sucedió, sus amigos intentaron reanimarlo -le practicaron RCP- en la playa y habría reaccionado. No obstante, al haber tragado tanta agua, su muerte se produjo camino al hospital, informaron los médicos. Desde Olé señalaron que pudo tratarse de un problema cardíaco.
Las hermanas de Pagliaccio viajarán hoy a Brasil para repatriar el cuerpo del joven de 32 años.

A continuación, la emotiva carta escrita por la redacción de Olé, tras su partida:

Dolor y más dolor. Porque se nos fue un gran pibe. Porque tenía mucho por vivir. Porque Paglia, como lo llamábamos todos, era eso: un gran pibe. Olé está de luto. Porque la muerte de Marcelo Pagliaccio es una mierda. Porque no queremos escribir más sobre compañeros que deberían estar con nosotros y no están. Porque tenía 32 años. Porque desde que llegó hace diez años y se sumó a la movida digital que recién arrancaba en Olé, creció como periodista con todos. Porque ese fanático del fútbol italiano y de la Fiorentina en particular, era un potente goleador y llevaba la ironía a flor de piel.

Entre las discusiones sobre cómo abordar un tema o el otro, de repente llega el llamado que nadie está preparado para recibir. Y uno se pone la coraza de la negación creyendo que no está confirmado, que no es él, que no le pasó, que no puede ser. Y el dolor vuelve. El mismo que sentimos cuando se murió el Topo López cuando hacía la cobertura del Mundial 2014. La desolación, el abrazo entre todos y las lágrimas tratando de aceptar que Paglia no va a estar más con nosotros para esos mates entre computadoras, esas salidas con amigos que se hizo en Olé, esas charlas de cualquier tema, esas escapadas a la Bombonera.
¿Cómo entender o aceptar que de vacaciones soñadas en Florianópolis te pase esto? Ver el amanecer y meterse al mar con la salida del sol se transformó en el plan fatal. Los datos médicos confirmarán si se desvaneció, si tuvo un problema cardíaco y después se ahogó, pero qué nos importa. Las mañanas de Olé no tendrán más su humor ni sus enojos, sus risas y sus broncas, su predisposición constante. Porque ese pibe que se venía generalmente bien temprano de Derqui a Constitución a laburar todos los días se nos fue muchísimo antes de lo que debía. El dolor nos impide escribir mucho más porque estamos de luto y sólo queremos llorar.

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